Las personas mayores son invisibles a ojos de una sociedad que sigue rindiendo un inagotable culto a la juventud. Son silenciadas y excluidas. A pesar de ello, sobreviven y además, sostienen la vida y mantienen el cuidado de cientos de personas. Pero, ¿quién cuida de ellas? ¿Quién las escucha y las acompaña? ¿Sobreviven o malviven? El coronavirus ha colocado en primera línea a este colectivo, por ser el de mayor riesgo ante la pandemia. Pero también lo ha visibilizado como el más marginado por una sociedad ultraconectada que olvida lo más importante, que somos porque otras personas fueron antes por nosotras.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el edadismo como la tercera forma de discriminación más grave en el mundo. Y además, destaca que está más naturalizado el edadismo que el racismo y el sexismo. ¿Quién reivindica hoy en día la no discriminación por la edad? ¿Quién se manifiesta para denunciar las consecuencias de esta discriminación? Hemos interiorizado como sociedad que la vejez se vive en la sombra, en silencio. Y en el camino también hemos perdido humanidad y les hemos negado a las personas mayores el derecho a envejecer con dignidad.
La “soledad emocional” de las personas mayores
En España, las personas mayores suponen un 19,3% del total de la población. Es decir, más de 9 millones de personas. De estos, 2 millones de personas de más de 65 años viven solas y el 72,3% son mujeres, según datos de la última encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y uno de los principales problemas detectados por las entidades sociales es la soledad no elegida y el aislamiento.
Esta realidad ha sido recogida por el estudio de La Caixa “Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores”. La investigación concluye que aunque la soledad impacta en todas las edades, la falta de red de amistad es especialmente preocupante a partir de los 65 años, edad que coincide con la jubilación. Más de un cuarto de las personas de entre 65 y 79 años están aisladas de la red de amigos y son casi la mitad entre los mayores de 80 años.
La soledad es un problema social de salud pública y su cara más visible es sentir que no se cuenta con personas a las que poder recurrir o confiar en caso de necesidad. Es decir, no disponer de una red de apoyo en el día a día, la denominada “soledad emocional”. Algo que para muchas personas mayores se ha intensificado en los últimos meses con la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19.
Personas mayores acompañadas: pilar fundamental de una sociedad justa
En marzo, cuando fue declarado el estado de alarma por el Gobierno de España, el ayuntamiento de València, en colaboración con Jovesólides, puso en funcionamiento un servicio de acompañamiento personalizado y virtual para las personas mayores. El fin último: proporcionar los recursos necesarios para su bienestar estos días. Pero también se ha revelado como un programa necesario para combatir la soledad.
Tras tres meses de desarrollo, el programa ha atendido a más de 1.800 personas mayores de la ciudad de València. Este servicio que sigue activo cumple con varias funciones esenciales como acompañar virtualmente a las personas mayores, pero también identificar necesidades específicas, y poder así derivarlas a los servicios idóneos.
Además, a través de este programa Jovesólides facilita formación y orientación en el uso de la tecnología básica; brinda un acompañamiento personalizado telefónico a personas mayores en situación de vulnerabilidad; y favorece su entretenimiento diario a través de un canal de Whatsapp, coordinado desde la entidad.
La tecnología: herramienta aliada para luchar contra la soledad
Muchas de las personas participantes en el programa tenían algún conocimiento básico de informática. Pero es más elevado el porcentaje de personas que han descubierto que a golpe de click con su móvil pueden romper con el aislamiento.
En estos meses ese pequeño artilugio, con el que solo llamaban o enviaban algún mensaje les ha conectado más con el mundo a través de las aplicaciones que más usamos para mejorar nuestra calidad de vida. Lo más complejo se ha vuelto sencillo a través del aprendizaje. De repente configurar el móvil o conectarlo a la tele ya no es un misterio indescifrable. Hacer compras online ha facilitado también su rutina diaria. Especialmente dirigido a favorecer su comodidad, la entidad diseñó una guía de compras.
Asimismo, en estos meses las personas mayores participantes en el programa también han aprendido a optimizar el espacio de su móvil o a pedir cita previa para una consulta médica. Y muy especialmente les ha gustado descubrir la multiplicidad de opciones de ocio. Han aprendido a descargar la aplicación de revistas de moda o a moverse por el museo del Prado sin abandonar el salón de su casa. También a crearse una cuenta en canales de películas online para disfrutar del cine o del Canal Senior para estar a la última de cualquier novedad.
Y aunque la tecnología sin duda suma, una de las funciones de este programa más y mejor valoradas por las personas mayores y también por la entidad es la comunicación telefónica semanal. En muy poco tiempo se ha generado un vínculo muy especial. Para Ramón Gordillo, uno de los participantes en el programa “las llamadas semanales son una droga”. Esta comunicación le ayuda a sentirse menos solo, a aprender cosas nuevas, a mantenerse conectado con el mundo… Lo que Ramón no sabe es que también ayuda él a todas las personas detrás del servicio a creer que otra sociedad es posible, una sociedad que cuenta y cuida de las personas mayores. Una sociedad inclusiva para todas las personas sin excepción es siempre mejor.